No estaría mal que hiciéramos un
alto en el camino, en este valle de crisis y lágrimas, para
refrescarnos con un poco de risa en forma de divertimento literario
leyendo el último libro de Juan Soto Ivars, ganador del XVIII Premio
de Novela Ateneo Joven de Sevilla. Se trata de Ajedrez para un
detective novato, un divertido y delirante libro policíaco que
nos cuenta, en forma de memorias, la rocambolesca historia de un
negro del mundo editorial que la vida empuja hasta convertirlo en el
aprendiz de Marcos Lapiedra, el más mujeriego e impresionante
detective de todos los tiempos. Es curioso que detrás de este libro esté
el autor de Siberia (2012), una novela de tonalidad bien
distinta, esteparia, sufriente y que nos hablaba con cierto desengaño
sobre la noche madrileña y la culpa. En efecto, el cambio de color
del camaleón Ivars desde Siberia hasta zonas más lúdicas de
la palabra nos demuestra que tenemos en él a un escritor con lengua
extensible, incapaz de estarse quieto y con ganas de probar nuevas
líneas que atrapen apetitosos insectos que acabarán en la
página, para goce y disfrute del personal. Variado gourmet a
gusto del lector. Casi nada.
Solamente tienen que asomarse a España
is not Spain, su habitual sección de El confidencial, para
darse cuenta de que Ivars puede retratar nuestro país haciendo que
nos partamos de risa a la vez que descubrimos el sinsentido de
escribir como si nos hubieran traducido del inglés. Esa era la
sensación que algunos teníamos al leer novelas paridas por gente de
aquí que había sufrido graves intoxicaciones de Carver o de
Kerouac. Eran surfistas con tablas de planchar que tenían mucho
miedo a cadencias más clásicas de la prosa y a los cambios de
género. Por eso, a uno le sube la regla de gusto cuando lee Ajedrez
para un detective novato y comprueba que la prosa puede brillar
como un cervantino metal, aunque Ivars utilice para ello la mugre castiza
de nuestra España más rancia y binguera. Y es que este escritor
murciano puede implicar a Bertín Osborne en una frase sin que esta
pierda el empaque que merece la buena literatura. Pero claro, para
eso es preciso llevar en las venas hectolitros de Valle Inclán, de
Jardiel Poncela o de Umbral, y los estómagos están delicados
después de tanto cómic en prosa. En Ajedrez para un detective
novato uno siente ese agradable vértigo de cercanía/lejanía
con lo moderno/clásico. Es un pulp de raíz,
rítmico, inteligente, trabadísimo, que nos empuja al ansia
de la lectura y nos dispara imágenes en el cerebro como si
estuviéramos más allá del cine. Por eso no debería sorprendernos
que fuera uno de los heroicos abanderados del Nuevo Drama,
movimiento dispuesto a traernos cosa buena, prosa adictiva y de
calidad, emoción verdadera e impulso de savia genealógica. A lo
mejor, con escritores como él, vamos dejando poco a poco atrás la
cantinela de “qué mal está el panorama literario actual”, que ya
empieza a resultar cansino ese cuento, a base de repetirlo. Todas
esas quejas no son nada más que fascismo de la mediocridad, que como
todo fascismo no razona, repite. Viene de este modo Ivars a
practicar una divertida respiración asistida a un muerto llamado
España, el animal herido que echa por la boca espumarajos y cifras
espantosas de paro. Y para ello introduce una dosis adecuada de sus
Peta Zetas literarios en la boca del difunto, no con la esperanza de
recuperar las constantes vitales de su PIB (la receta para conseguir
eso es posible que esté en algún manuscrito póstumo de Einstein
sobre la Teoría de la Relatividad) sino para que el cadáver sienta
esas cosquillitas de eternidad que produce la buena literatura.
Ajedrez para un detective novato
Juan Soto Ivars
Ediciones Algaida 2013
Ajedrez para un detective novato
Juan Soto Ivars
Ediciones Algaida 2013
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